Hoy me he levantado triste y, creánme, no es sencillo conseguir eso. Ni siquiera puedo decir que el clima de Londres ha influido, porque a pesar de estar casi en diciembre no llueve y hace un sol radiante. Me he levantado triste porque cada día me doy más cuenta de lo indignos que son nuestros políticos, entre los que incluyo a la Casa Real, que a fin de cuentas, para mí están en el mismo saco.
Yo juzgo a la gente por sus malas acciones, no por las buenas. Esas las doy por hecho. Si tienes pocas malas, serás más digno. Si tienes muchas malas, te tacho de la lista. Y me he quedado sin políticos en la lista. Lo que todas las grandes fuerzas políticas están haciendo con Aminatou Haidar es indigno. ¿Cómo es posible que tras 13 días de huelga de hambre por haberla secuestrado, nadie del Gobierno o la Casa Real se hayan puesto en comunicación directa con ella? ¿Cómo es posible que, con toda la movilización popular de apoyo a Aminatou ni siquiera el rastrero PP haya querido sacar tajada electoral del asunto? Sencillo, porque cualquier gesto abierto, de cara al violador de derechos humanos Mohamed VI sería una falta grave... aunque se haga bajo el auspicio de la ONU, que cada día da más penita por su inoperatividad.
Indignos.
Otro caso enervante es el de la Iglesia Católica; que el Gobierno se ande con medias tintas con esta secta que dominó nuestra educación durante años, es incomprensible. Debería llegar un Gobierno digno, asumir las labores sociales que descansan hoy en la Iglesia y bajo las que se escudan para rendir pleitesía, y hacer de España, realmente, un estado aconfesional. Un estado en el que quien quiera practicar cualquier religión, vaya a su correspondiente templo, pero que no espere el favor del Estado o su inclusión en los sistemas educativos. ¿Lo harían? No. Demasiados votos en juego en este país de católicos hipócritas que siguen proclamando las bondades de una Iglesia por un lado, mientras por el otro pecan mortalmente a cada hora. Indignos.
¿Saben que es lo único que ha mitigado mi tristeza? Ver que sí queda gente digna, más allá de quienes dictan buena parte de nuestro destino: Aminatou, que se niega a que nadie dicte esa parcela de su destino, al menos de una manera indigna. Lean la entrevista que publica hoy El País y conmuévanse con la última pregunta:
P. Usted tiene dos hijos pequeños. ¿Ha pensado en qué sería de ellos si usted muriese?
R. Tengo dos hijos, pero también tengo mi dignidad, que está por encima de mis hijos. Lo que ha sucedido es un ataque a mi dignidad que no puedo aceptar. Entre mis hijos y mi dignidad, prefiero mi dignidad. Ellos vivirán sin madre, pero con dignidad.